miércoles, 17 de noviembre de 2010

Generosidad 4x4

Querido anecdiario,

La otra mañana, tras darme una vuelta por la ciudad, paré en el aparcamiento de un centro comercial y me quedé escuchando música. Era temprano y aún quedaba poco más de una hora para la apertura de las tiendas, por lo que poco a poco, el desolado aparcamiento se fue llenando con los más madrugadores. Algunos marchaban en busca del periódico, otros de un calórico desayuno en McDonalds y una minoría, se quedaba en el coche esperando el momento de que empezara su jornada laboral.

Pocos minutos después, un enorme Audi todo terreno, irrumpió en el aparcamiento a toda velocidad. Haciendo slalom entre los pequeños árboles que poblaban cada uno de los recuadros del lugar, consiguió por fin, asentarse entre dos de ellos. Se me escapó un sonoro "¡Ole tú!" por la complicada maniobra que había conseguido realizar.

El hombre trajeado del interior, apagó el motor y en lugar de salir como hacía la mayoría, se quedó en el interior buscando algo que parecía estar en la guantera. Finalmente, sacó una cámara de fotos digital. Entonces salió del vehículo y empezó a voltearlo por su lado derecho, lentamente, como si esperara encontrar algun arañazo. Una vez llegó a la altura del depósito, sonrió y disparó una foto. Siguió la ronda e hizo más fotos en la parte trasera y en el retrovisor izquierdo, todas ellas con una expresión de satisfacción plena.

Se miró las fotos y entró de nuevo en el vehículo para hablar por teléfono. Mantuvo una intensa conversación durante casi diez minutos, en los que se rió con ganas. Después de la llamada, buscó de nuevo en la guantera, sacó un bloc de notas y escribió algo en una de las páginas usándose del volante del vehículo como apoyo. Entonces salió, dobló la hoja por la mitad y la puso en el limpiaparabrisas.

No estaba entendiendo nada, y menos entendí, cuando a los pocos minutos llegó un Civic que recogió al hombre, que entre risas se marchó de la escena.

Me quedé allí esperando, a ver que sucedía... Pero nada. No pude más y salí, miré a un lado y a otro con prudencia y leí el papel:

"Es mejor que en las fotos, eh? ¡Disfrutadlo pareja! Con cariño..."


Quiero casarme...

martes, 2 de noviembre de 2010

Gente de Bar

Querido anecdiario,

El otro día hablé con un desconocido. El hecho no tendría más importancia si no fuera porque mantuve una conversación realmente extraña y de temática peculiar con él. Desde que era pequeño, mi madre me había repetido siempre que no hablara con gente ajena, que podían embaucarme, drogarme e incluso violarme. Sintiéndolo mucho, jamás le hice caso, y todavía hoy por hoy, sigue sin haberme pasado nada de lo advertido.

La situación de dio en un bar, tras una concurrida partida de futbolín en la que mis compañeros y un servidor, dimos lo mejor de nuestro ser en el partido. El hombre, de aspecto áspero y olvidado, se fijó en nosotros y empezó a recordar sus tiempos de juventud en voz alta. Parecía interesado en seguir hablando y me miraba casi de un modo amenazador tras su tupida barba. Lejos de querer ignorarle, me quedé a su lado y empecé a escuchar todo lo que tenía que decir.

Cuando terminó de contarme sus dolencias y lo que hacía con su pandilla los sábados por la mañana, cambió totalmente el registro y se propuso mostrarme los valores que debía tener una persona humilde. Su voz se entrecortaba y sus ojos parecían buscar las palabras adecuadas a lo largo de la barra donde se había sentado. Al poco empezó a repetirse y contradecirse en sus explicaciones con demasiada frecuencia.

"Que hice diez años de teología y siete de psicología, eh? Yo soy hippie, pero hippie de verdad, de los que cantaban haz el amor... y no la guerra."

Pronto se exaltó y empezó a hablar de la libertad humana. No tuvo mejor ocurrencia que soltar lo que creía sobre mi.

"Eres un muñeco, un robot, una persona insegura que ha carecido de libertad, que siempre ha seguido lo que le ha venido por los de arriba."

En este punto debió cambiarme la expresión, puesto que quiso explicarse más lentamente, como si creyera que me había ofendido lo que había dicho. Reconozco que aquí me mosqueé un poco, e intenté cortarle varias veces jugando un poco con lo que decía. Me dio la razón en alguna ocasión, siempre repitiéndose y añadiendo a su discurso lo que había sacado de mi. En uno de estos añadidos soltó un "pero" del que esperé una réplica, pero me sorprendió saliéndose abruptamente del tema y preguntándome sobre la concepción del mundo.

Así seguimos hasta cumplir la hora, llena de palabrería y misticismo universal, que terminó con una cita bíblica que no me pareció que tuviera mucha relación con el hilo conversacional. Me agradeció el mero hecho de escucharlo y hablar con él, nos dimos la mano y dejamos escapar una leve sonrisa de complicidad.

Justo antes de marcharme, me pidió un bolígrafo y dibujó algo sobre una servilleta.


Imaginé que se trataba de Chaplin, aunque, viendo todo lo ocurrido... ¿Quién sabe?