Querido anecdiario,
La otra tarde me encontraba esperando el tren en la estación para volver a casa. Llegué pronto, por lo que me puse a leer para aprovechar la espera. Tras unos minutos immerso en la lectura, empezó a aparecer gente a mi alrededor, la estación se desbordó y no me percaté de ello hasta que al poco, una voz entrecortada empezó a hablar cerca de mi oído. Tardé unos segundos en darme cuenta que me estaba hablando a mi.
"T-te estás leyendo est-to?"
Era un niño. Un niño de no más de seis años de ojos oscuros que miraba el libro con atención.
Tras vacilar unos instantes, le contesté que sí con un tono amigable. Puse el punto de lectura en la página y cerré el libro. Tras hacerlo, el niño empezó a contarme que tenía muchos libros en casa, grandes y gruesos como el mío, con muchas letras pequeñas que llenaban todas las páginas. Tras decir esto, me pidió el mío y me señaló el nombre y el apellido del escritor.
"¿Qué es esto?" - preguntó.
Le contesté que era el nombre y apellido del autor, la persona que había escrito el libro. Sin decir nada, señaló el título del libro y preguntó de nuevo, que era. Le respondí que ese era el título del libro, el nombre que le había puesto la persona que lo había escrito. De nuevo y sin mediar palabra, apuntó al nombre del autor y preguntó que era. Le contesté y esta vez le enseñé la foto del escritor, que se encontraba en la cubierta trasera. El niño me dio el libro y se mantuvo callado unos segundos.
"¡La tele de la casa es menos difícil!"
Ya decía yo...
La otra tarde me encontraba esperando el tren en la estación para volver a casa. Llegué pronto, por lo que me puse a leer para aprovechar la espera. Tras unos minutos immerso en la lectura, empezó a aparecer gente a mi alrededor, la estación se desbordó y no me percaté de ello hasta que al poco, una voz entrecortada empezó a hablar cerca de mi oído. Tardé unos segundos en darme cuenta que me estaba hablando a mi.
"T-te estás leyendo est-to?"
Era un niño. Un niño de no más de seis años de ojos oscuros que miraba el libro con atención.
Tras vacilar unos instantes, le contesté que sí con un tono amigable. Puse el punto de lectura en la página y cerré el libro. Tras hacerlo, el niño empezó a contarme que tenía muchos libros en casa, grandes y gruesos como el mío, con muchas letras pequeñas que llenaban todas las páginas. Tras decir esto, me pidió el mío y me señaló el nombre y el apellido del escritor.
"¿Qué es esto?" - preguntó.
Le contesté que era el nombre y apellido del autor, la persona que había escrito el libro. Sin decir nada, señaló el título del libro y preguntó de nuevo, que era. Le respondí que ese era el título del libro, el nombre que le había puesto la persona que lo había escrito. De nuevo y sin mediar palabra, apuntó al nombre del autor y preguntó que era. Le contesté y esta vez le enseñé la foto del escritor, que se encontraba en la cubierta trasera. El niño me dio el libro y se mantuvo callado unos segundos.
"¡La tele de la casa es menos difícil!"
Ya decía yo...
Espero equivocarme, y que este niño no sea uno de esos que, en un futuro, devuelva los libros porque no se los reproduce el aparato de vídeo.
ResponderEliminarOjalá que a mi no em surtin nens així!!!! grrrrrr
ResponderEliminarPerò sincerament, tinc els meus dubtes, amb tantes pelis a casa... -_-
Què? Et queixes? Dorms al carrer.
ResponderEliminarTuuuuu... pensa que arribo jo primera a casa... a veure si ets tu que dorms al carrer!!!!
ResponderEliminar;)