Querido anecdiario,
Hace una semana estaba en el coche parado en un semáforo cuando como quien no quiere la cosa, se me ocurrió mirar a la mujer del coche de al lado. Sujetaba algo entre sus manos, algo de un tamaño considerable y alargado, de un color morado a la par que transparente. No quería creerlo, pero sí, se trataba de un consolador.
La mujer lo iba chupando y lamiendo con total tranquilidad mientras se iba mirando por el retrovisor. No parecía que le afectasen demasiado las miradas furtivas de los demás conductores. En cuanto arrancamos la marcha, vi como seguía con su tarea mientras se alejaba por la calle contigua.
En fin, mi sorpresa ha sido mayor cuando esta mañana la he vuelto a ver, casi por la misma zona, con el mismo coche, las mismas gafas, el mismo peinado... Sólo el consolador parecía más grande, y es que, efectivamente,
Este, era negro.
Hace una semana estaba en el coche parado en un semáforo cuando como quien no quiere la cosa, se me ocurrió mirar a la mujer del coche de al lado. Sujetaba algo entre sus manos, algo de un tamaño considerable y alargado, de un color morado a la par que transparente. No quería creerlo, pero sí, se trataba de un consolador.
La mujer lo iba chupando y lamiendo con total tranquilidad mientras se iba mirando por el retrovisor. No parecía que le afectasen demasiado las miradas furtivas de los demás conductores. En cuanto arrancamos la marcha, vi como seguía con su tarea mientras se alejaba por la calle contigua.
En fin, mi sorpresa ha sido mayor cuando esta mañana la he vuelto a ver, casi por la misma zona, con el mismo coche, las mismas gafas, el mismo peinado... Sólo el consolador parecía más grande, y es que, efectivamente,
Este, era negro.
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