domingo, 16 de enero de 2011

¿Has pensado lo mismo que yo?

Querido anecdiario,

Hace un par de días disfruté de un sábado lleno de recados que hacer. Por la tarde llegó el momento de la compra, para el que fui a ese amado y socorrido Mercadona, ese supermercado cuyo nombre despierta el cabreo de las organizaciones feministas de nuestro país.

Al poco de entrar y esquivar a un par de señoras impone-carros, me crucé con una pareja de chicos mientras me dirigía a los vinos. Casi sin darme cuenta, entablé mirada con el chico que iba detrás, justo al mismo tiempo en que él posaba sus ojos en los míos. Cuando nos cruzamos, pude escuchar vagamente como emitía un sonido de grata sorpresa, hecho por el que me giré inmediatamente después para asegurarme si lo conocía, con la casualidad que él también se giró en ese instante.

Mierda.

No, no lo conocía y rápidamente me di cuenta que él tampoco, pero en cierto modo había conseguido que él quisiera hacerlo. Se volteó de nuevo y prosiguió hasta el final del pasillo, dijo algo al otro chico y comenzó a mirarme desde la lejanía. Era un tipo de cabello oscuro, de magnos, fríos y oscuros ojos. Además de bastante alto; como poco me sacaba quince o veinte centímetros, que en ese momento, me empezaron a parecer metros.

Me negaba a seguir mirando por pura incomodidad, así que, cabizbajo, me quedé mirando un paquete de café que en ese momento sostenía en la mano. Pero algo me pudo, alcé la vista de nuevo y allí estaba. Se paseaba por el siguiente cruce de pasillos, mirándome con esos dichosos ojos.

Joder...

Me desvié tres pasillos en maniobra de emergencia para evadirlo, motivo por el que pude seguir con mi tarea de hacer la compra. Pero la calma duró poco. Mientras me debatía agachado sobre qué after shave debía escoger, sentí de nuevo esa presencia tras de mí, viré ligeramente la cabeza y efectivamente, allí estaba. Esos ojos me apuntaban como la mirilla láser de un rifle de asalto, bajando lentamente por mi cabeza, prosiguiendo por la espalda hasta donde esta pierde su nombre. No me moví ni un ápice de donde estaba, simulando que aún no había escogido qué producto me llevaría, esperando que esa presencia no deseada desapareciera de mi retaguardia y ya de mi vida.


En fin, puede que ahora me lo piense dos veces antes de mirar a alguien. Va a ser verdad eso de que la gente puede terminar dándote por culo...

3 comentarios:

  1. Normal, donde menos te lo esperas surge un momento incómodo, al menos este duró poco y da gracias al señor After Shave que socorre a aquel que desea disimular.

    ResponderEliminar
  2. Deixa't estar d'històries... això és clarament el què s'en diu: amor a primera vista!


    (jo de tu, el pròxim dia no m'ajupiria per l'after shave... ves a saber el què pot arribar a passar!)


    :)

    ResponderEliminar
  3. Ostres quina situació més incòmode !!!

    ResponderEliminar